“LATIDOS DE SANGRE Y DROGAS“ ( exposición actualmente en itinerancia).
A unos pocos kilómetros del Madrid Central, junto al vertedero de Valdemingómez, entre basura, hogueras, barro y chatarra, se extiende el poblado de la Cañada Real. En él, se encuentra el Sector 6, posiblemente el sector más desolado y el más abandonado por las autoridades.
Un ambiente desolador en el que miles de personas de todo tipo luchan por seguir adelante cada día, viviendo en un “tercer mundo“ olvidado por el resto de la sociedad. Un lugar en el que cada uno sobrevive como puede, intentando hacerlo día a día, de la mejor manera posible. En ese lugar vive un nutrido grupo de personas que por diferentes motivos acabaron siendo adictas a las drogas y señaladas por la sociedad. Los más afortunados lo hacen en casas de ladrillo visto; otros, los menos afortunados, en chabolas, tiendas de campaña desbaratadas, “castillos” de cartones y madera revestidos de mantas… Todos ellos desprovistos de agua y luz. Comiendo y vistiendo de lo que pueden recoger en la calle, de donaciones de particulares, de asuntos sociales o voluntarios de ONG. Algunos de estos voluntarios pasaron anteriormente por el infierno de las drogas y, a día de hoy, una vez “desenganchados”, intentan ayudar a los que aún no lo consiguieron.
Estas personas no tienen nada material; se buscan la vida cada día de una manera u otra para conseguir la droga necesaria para mantenerse en pie, viviendo al día. Unos trabajando como “aguadores” o “machacas” para los clanes de la droga; otros realizando trabajos dentro del poblado: de limpieza, albañilería, recogiendo chatarra o leña para las hogueras u objetos tirados a la basura para posteriormente venderlos en mercadillos de la capital; trapicheando… y de esa manera conseguir unas cuantas monedas. Acostumbrados a jugarse la vida con cada “pico”, los tiempos de pandemia son para ellos su menor problema.
También tienen, como cualquier otra persona, añoranzas, sentimientos, problemas, sueños... y todos ellos un punto en común: el sueño y la esperanza de salir algún día, tarde o temprano, de ese mundo el que les hizo esclavos de la droga, cambiando sus vidas por completo y convirtiéndolas en un infierno.
Las imágenes giran en torno al submundo de las drogas, relatando la vulnerabilidad humana, utilizando la fotografía como una herramienta de crítica social ante determinadas injusticias, utilizando dicho medio para reflejar a las personas de la forma más honesta, desde un punto de vista más humano, y eliminar así los estigmas negativos que la sociedad les atribuye.